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En las últimas décadas, el diagnóstico de lesiones del labrum acetabular ha aumentado en frecuencia gracias al avance tecnológico en las imágenes por resonancia magnética, así como en la técnica de la artroscopia de cadera. En la actualidad, se reporta una prevalencia del 22 al 25% de rupturas del labrum acetabular en pacientes con dolor en la cadera o inguinal.

El labrum acetabular está formado por tejido fibrocartilaginoso que rodea el borde del acetábulo, se une directamente en el lado no articular y de manera indirecta a una zona calcificada de cartílago hialino a través de una zona de transición de alrededor de 1 a 2 milímetros de ancho. El grosor del labrum puede variar entre 2 y 3 milímetros, con una forma triangular. Las funciones principales son como amortiguador y sensor de carga, mantiene la lubricación articular y distribuye la presión intraarticular de manera uniforme, resiste el movimiento lateral y vertical de la cabeza femoral, eleva la estabilidad de la articulación, incrementando la profundidad de la articulación en un 21%, y aumenta el área de superficie en un 28%.

 

La importancia del diagnóstico temprano de estas lesiones es su asociación con cambios degenerativos tempranos en la articulación. McCarthy encontró que en 73% de los pacientes se presentaban, y de éstos, en 94% se encontraban las lesiones condrales en el sitio de la lesión labral, lo que sugiere que el riesgo de lesión condral se eleva hasta dos veces en presencia de lesión del labrum.

 

Los síntomas más frecuentes de la lesión del labrum son dolor inguinal anterior, ocasionalmente lateral, asociado a síntomas de bloqueo mecánico, chasquidos o sensación de inestabilidad.

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Las lesiones del labrum acetabular son los hallazgos patológicos más consistentemente encontrados en la artroscopia de cadera de deportistas. Dentro de las opciones de manejo de una lesión labral se incluye desbridamiento labral para rupturas irreparables y reparación labral para tejido sano con gran potencial de curación.

 

El estudio vascular ha demostrado una buena aportación vascular al labrum emergente de la cápsula articular, mientras que su porción articular se mantiene avascular. Entendiendo la función del labrum y su rol potencial como condroprotector, nuevas estrategias han sido descritas para mejorar la oportunidad de preservar el labrum. Una vez que el labrum ha sido desbridado del tejido no viable, el tejido remanente debe ser probado para determinar si es suficiente para una reinserción.​

El rodete acetabular puede ser preparado directamente, dejándolo con hueso sangrante con una fresa. Las lesiones labrales en una posición más lateral pueden ser trabajadas con mayor facilidad desde un abordaje anterior o medioanterior con una lente de 70o. Las más mediales, por el portal anterolateral, con una lente de 70o. Nos podemos apoyar de la fluoroscopia para realizar la colocación del ancla artroscópica en el reborde acetabular, y después, pasar la sutura en el labrum.

 

La femoroplastia y acetabuloplastia son gestos asociados a la reparación labral en sujetos no artrósicos. En la cadera displásica está contraindicado realizar la resección del labrum: es más lógico corregirlo con una osteotomía periacetabular. Las microfracturas (perforaciones subcondrales) se han descrito para tratar lesiones condrales grado IV localizadas, asociadas a una lesión del labrum.

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